Comentario
La dualidad de funciones que asume la ciudad en el Imperio como organización autónoma de una comunidad ciudadana y como fundamento de la administración imperial condiciona su conformación material en aspectos esenciales como la funcionalidad de su urbanismo, los valores ideológicos que se proyectan en sus programas monumentales, o las implicaciones sociales presentes en su desarrollo.
Como hábitat permanente de la comunidad ciudadana, su organización urbanística satisface determinadas necesidades, que tienen su materialización en los programas monumentales básicos que se constatan en la generalidad de los municipios y de las colonias. Concretamente, la protección de su población frente a posibles invasiones como las de mauri en la Betica en tiempos de Marco Aurelio o el control de la población rural requieren la construcción de las correspondientes murallas, cuyo trazado constituye en los rituales fundacionales de las colonias romanas una de las primeras ceremonias que se realizan.
Su importancia queda recogida por determinadas cecas hispanas, como ocurre concretamente en Clunia, Emerita y Caesaraugusta, que conmemoran en sus emisiones el rito fundacional. Tras la declaración del lugar elegido como idóneo por el auspicio, el augur deposita en el agujero fundacional (mundus) tierra del lugar de origen de los colonos y determinadas primicias, y traza mediante una cruz los ejes ortogonales fundamentales de su red viaria que, como puntos de referencia, permiten su ulterior trazado en damero. Seguidamente, el pontífice delimita el perímetro de la ciudad con un arado de bronce, símbolo de fertilidad, tirado por dos bueyes blancos, de los que la vaca ocupa la posición interna, mientras que el toro la externa, en clara alusión simbólica a la dualidad de las funciones domésticas y públicas de la mujer y del hombre. El lugar donde el pontífice levante puntualmente el arado corresponde a la ubicación de las distintas puertas que permiten el acceso al centro urbano.
Junto a las murallas protectoras, el foro constituye, como plaza central del entramado urbano, el espacio donde se concentran diversos edificios públicos en los que se proyectan funciones inherentes a la organización de la comunidad ciudadana; el lugar central, preferentemente orientado hacia el norte, lo ocupan los templos dedicados a las divinidades supremas constituidas por la tríada capitolina y compuesta por Júpiter, Juno y Minerva; la ulterior evolución religiosa del Imperio condiciona el carácter de los templos ubicados en el foro, en el que tiende a ocupar una posición preeminente el relacionado con el culto al emperador.
En los laterales restantes del espacio rectangular y porticado del foro se ubican edificios relacionados con las actividades políticas, jurídicas y económicas de la comunidad. La curia, como lugar de reunión del senado local, el tabularium, como archivo de la colonia o del municipio, y la basílica, destinada a la administración de justicia, constituyen tres edificios vinculados a la administración municipal. Las actividades comerciales tienen su proyección en los múltiples comercios que se yuxtaponen alineados en unos de los laterales del foro; la acentuación de su importancia tiene su proyección en determinadas ciudades en la construcción del correspondiente mercado (macellum).
Las murallas y el foro no agotan las necesidades de la comunidad ciudadana; los hábitos higiénicos propios del mundo romano generan en las ciudades hispanas la construcción de conjuntos termales públicos, organizados en torno a las clásicas tres piscinas de agua fría (frigidarium), templada (tepidarium) y caliente (caldarium), que en ocasiones pueden ir acompañadas de palestras destinadas a los ejercicios gimnásticos. En contraste con la ubicación de las termas, que pueden localizarse en las proximidades del foro, los espacios destinados al ocio ciudadano, tales como teatros, anfiteatros y circos, ocupan una posición periférica en el entramado urbano y suelen aprovechar peculiaridades topográficas del terreno que favorecen su compleja construcción.
Semejante programa monumental permite la satisfacción de las necesidades fundamentales de la comunidad ciudadana, mientras que su trazado urbanístico ortogonal permite una óptima organización del espacio urbano. No obstante, en ambos aspectos se encuentran presentes elementos ideológicos que facilitan la cohesión del mundo provincial. El fenómeno se aprecia en la centralidad que ocupan las divinidades principales del panteón romano, pero también en las concepciones que subyacen en el trazado ortogonal que permiten una adecuación de la organización urbana al orden del universo. De hecho, cuando el ciudadano pasea por los decumani, orientados en sentido este-oeste, sigue el curso que, según se creía, traza el sol alrededor de la tierra. El desarrollo del culto al emperador acentúa aún más estos elementos ideológicos, ya que la importancia y centralidad del templo del culto al emperador en el entramado urbano reflejan la relación entre el patrono supremo del Imperio y sus clientes concretos en la colonia o municipio.
La entidad urbana y la importancia de los monumentos se encuentra condicionada por su función dentro del organigrama de la administración imperial y por la riqueza de sus respectivos grupos dirigentes. En consecuencia, la jerarquía observable en las funciones como capitales de provincia o de conventus y en los respectivos estatutos jurídicos se relaciona normalmente con la impronta urbanística y monumental, que viene favorecida por la administración imperial. A su vez, la riqueza de las oligarquías de las colonias y municipios se proyecta en actividades evergéticas, cuyo valor supera en ocasiones la cuantía del presupuesto anual de las ciudades en las que se realizan. Templos como el de Apolo y Diana en Arucci (Aroche) fueron sufragados por particulares con cantidades que alcanzan los 200.000 sextercios; aunque esta cantidad es ciertamente excepcional en el panorama evergético, las liberalidades de las elites locales oscilan desde el mero ornato del foro o de edificios concretos como la basílica con estatuas a la celebración de juegos, banquetes públicos, etc.
Pese a estar condicionado por el evergetismo que protagonizan las elites locales en compensación por los honores que ostentan en las colonias y en los municipios, la monumentalización y las reformas urbanísticas que se introducen en las ciudades hispanorromanas guardan relación en líneas generales con los momentos clave que marcan la evolución de las comunidades humanas que las habitan en otros aspectos como el de su estatuto jurídico. En este sentido, con los precedentes de época republicana observables en las modificaciones que se operan en la antigua colonia griega de Emporiae, las grandes transformaciones urbanísticas se producen en época augústea con proyección durante la dinastía julio-claudia y especialmente durante el reinado de Claudio, en el período flavio y durante el reinado de Adriano.